Thursday, August 14, 2014

Oh mother, did you just leave your children?

By Nancy Sabas, the Connecting Peoples Coordinator for MCC Guatemala/El Salvador, originally from Honduras.
Growing up in Honduras, I remember hearing to my mother bring up the idea of migrating to work in the United States whenever she felt desperate and unable to pay the bills, following the example of her sisters. My mother, a Nicaraguan woman, started working at the age of 12 to support her family and dropped out of school by 7th grade.
Later she moved to Honduras at the age of 18 where she met my dad, a Palestinian businessman without any formal education. He had a very strong personality and was raised under the belief that going to school was a waste of time, especially for women. After a lot of pressure and insisting, my mom was able to negotiate with my dad that my three siblings and I could attend school in one of the lowest institutions in the area.
My mom’s basic education didn’t give her access to a job in Honduras to provide enough to raise four children in a safe environment, so she constantly flirted with the idea of migrating to the United States and finding a job that allowed her to provide us a better education and safer conditions away from my dad.
I remember my seven year-old self, begging on my knees and crying when I saw my mom´s bags by the door, asking her to take me too. She said that she had nothing to offer me, to which I answered that I would not mind living under the bridge (an area of extreme poverty in Tegucigalpa) as long as I was with her. Now that I am 27, I know that I really meant what I said.
She didn’t leave, but I am an exception to the thousands of Central American children whose families have been disintegrated due to the phenomenon of migration.
A few weeks ago, we hosted a group of young participants from a Christian Reformed Church in Michigan in the United States. The tour focused on the issue of migration and the root causes that push people to leave their home countries and start a very dangerous trek to the North.
The route to the United States includes many robberies, victims of human trafficking, kidnappings, killings and tremendous accidents. One of the activities we planned for the group was visiting a migrant shelter in Tapachula, México called “El Buen Pastor.” They attended to migrants and helped them with medical assistance, especially for those who have been victims of attacks by robbers or drug cartels, or who have lost a body part riding the La Bestia, a freight train that Central American migrants ride from southern Mexico to the North.
During our conversation with the staff of the shelter, one of them mentioned the fact that they were waiting to receive a woman and her two year-old baby who just had an accident falling from La Bestia, in which she lost her leg and the baby an arm.
At first I was horrified, then angry. I was angry at the savage and sadistic structure that forces people to flee from their home countries and tear their families apart. They have to take all sorts of risks to have access to the leftovers of a life with dignity in the United States.
It is easy to make rushed statements focusing on the tip of the iceberg without fully understanding the reasons why people are forced to leave their countries and are willing to take this life-threatening trip.
The causes that led the 52,000 children last year to flee mainly from Honduras, Guatemala and El Salvador are very complex. In a nutshell, these three countries, now considered the epicenter of gangs, are plagued with corruption, impunity, drug trafficking, urban violence, poverty, lack of employment and a police system that has been linked with organized crime operations.
These three countries also have a very unequal distribution of wealth, falling more under the model of an oligarchy than a true democracy. People often are left with the feeling that there is not a safe place to turn and feel hopeless to start a business initiative that competes with the enormous chains of transnational franchises. On the other hand, many business entrepreneurs become victims of extortions and are unable to pay the high “gang taxes.”
The United States government is directing almost four billion dollars to strengthen border security and immigration enforcement, which will not make an impact on the structural causes. Therefore they are unlikely to prevent Hondurans, Salvadorans and Guatemalans from fleeing their countries, despite enduring more threats and abuses in their trips up North.
I don’t know the specific conditions that led that woman to ride that train with her two year-old baby, and also don’t know the individual stories of why these 52,000 children were heading North. I only know that our voices should be heard to advocate for a more just and compassionate treatment to our brothers and sisters from Central America who arrive in the United States, and for a response within the Central American countries which includes long-term solutions to address the root causes of migration.
ACTION:
  • Send a letter to your members of Congress and to President Obama urging them to ensure that the U.S. government response to Central American migrants coming across our border is compassionate and humane and that any funds directed to Central America governments be focused on finding solutions to address the root causes of migration.

Ay Madre, ¿Acabas de dejar a tus niños?

Por Nancy Sabas, Coordinadora de Enlaces con CCM Guatemala y El Salvador. 
Recuerdo mis días de infancia creciendo en Honduras y escuchando a mi madre lanzando la idea de migrar y trabajar en Estados Unidos cada vez que se sentía desesperada e incapaz de pagar las cuentas, siguiendo el ejemplo de sus hermanas. Mi mamá, una mujer Nicaragüense, empezó a trabajar cuando tenía 12 años para apoyar a su familia y abandonó la escuela al llegar al séptimo grado.
Cuando cumplió 18, se mudó a Honduras donde conoció a mi papá: un negociante Palestino sin educación formal, una personalidad muy fuerte y criado bajo la creencia de que ir a la escuela es una pérdida de tiempo, especialmente para las mujeres. Después de mucha presión e insistencia, mi mamá logró negociar con mi papá para que mis hermanos y yo recibiéramos educación en uno de los colegios más bajos del área.
La educación básica de mi mamá no le daba acceso a un trabajo en Honduras que pudiera proveer lo suficiente para criar a 4 hijos en un ambiente seguro, así que ella constantemente coqueteaba con la idea de migrar a los Estados Unidos y encontrar un trabajo que le permitiera proveernos mejor educación y una condición más segura lejos de mi papá.
Me recuerdo a mí misma con 7 años, rogando de rodillas y llorando cuando ví las maletas de mi mamá en la puerta pidiéndole que me llevara también. Ella dijo que no tenía nada que ofrecerme, a lo que yo le respondí que no me importaría vivir debajo del puente (un área de extrema pobreza en Tegucigalpa) mientras que yo estuviera con ella. Ahora que tengo 27, sé que realmente lo dije con toda seriedad.
Ella no se fue, pero yo soy una excepción entre los miles de niños centroamericanos con familias desintegradas debido al fenómeno de la migración.
Hace unas semanas, hospedamos a un grupo de jóvenes participantes de la Iglesia reformada de Michigan, EEUU. El tour se enfocaba en la problemática de la migración y las causas de raíz que empujan a las personas a dejar sus países y emprender un viaje altamente peligroso hacia el Norte.
La ruta que lleva a los EEUU trae consigo muchas víctimas de asaltos, tráfico de personas, secuestros, asesinatos y terribles accidentes. Una de las actividades que planeamos para el grupo consistía en visitar un albergue para migrantes en Tapachula, México llamado ¨El buen Pastor¨. Ellos atienden a migrantes temporalmente y les ayudan con atención médica, especialmente para aquellos que han sido víctimas de ataques por asaltantes o carteles de droga, o que han perdido un miembro de su cuerpo después de haber montado la ¨Bestia¨- un tren de carga que toman los migrantes Centroamericanos para viajar del sur al norte de México.
Durante la conversación que tuvimos con el staff del albergue, uno de ellos mencionó el hecho de que estaban esperando recibir durante los próximos dos días a una mujer con su bebé de 2 años quienes acababan de tener un accidente cayéndose de la Bestia, en el que ella perdió su pierna y su bebé el brazo.
Tengo que admitir que el sentimiento que experimenté después del horror, fue ira. Sentí ira ante la salvaje y sádica estructura que obliga a las personas a huir de sus países de origen y destruir sus familias. Ellos tienen que tomar todo tipo de riesgos para tener acceso a las sobras de una vida con dignidad en EEUU.
Es fácil sentirse tentado a hacer apresuradas conclusiones distraídos con la punta del iceberg y sin entender a plenitud las razones de por qué las personas están forzadas a abandonar sus países y están dispuestos a tomar un viaje que pone en riesgo sus vidas.
Las causas que llevaron a los 52,000 niños el año pasado a huir de Honduras, Guatemala y El salvador son muy complejas. En resumen, estos 3 países –llamados ahora el epicentro de las maras- están contaminados con corrupción, impunidad, tráfico de drogas, violencia urbana, desempleo y un sistema policiaco que ha sido asociado con las operaciones del crimen organizado.
Estos tres países también enfrentan seria inequidad en la distribución de la riqueza, cayendo más sobre el modelo de una ¨Oligarquía¨ que sobre una democracia auténtica. Las personas se quedan con el sentimiento de que no hay un lugar seguro donde avocarse y se sienten desesperanzados con la idea de emprender una iniciativa de negocio que pueda competir con las enormes cadenas de franquicias transnacionales. Por otro lado, muchos emprendedores se vuelven victimas de extorsiones y son incapaces de pagar los altos ¨impuestos de guerra¨ a las maras.
El gobierno de Estados Unidos está direccionando casi 4 billones de dólares para fortalecer la seguridad en la frontera y refuerzos para la inmigración, las cuales son acciones que no tendrán un impacto directo en las causas estructurales. Es muy improbable que detengan a Hondureños, Salvadoreños y Guatemaltecos huyendo de sus países a pesar las crecientes amenazas y abusos en sus viajes hacia el Norte.
Ignoro las condiciones específicas que llevaron a esa mujer a montarse sobre el tren con su bebé de 2 años y también ignoro las historias por separado de por qué estos 52,000 menores buscaban llegar al Norte. Solo sé que nuestras voces deben de ser escuchadas para incidir por un trato más justo y compasivo a nuestros hermanos y hermanas de Centroamérica que logran llegar a los Estados Unidos, y por una respuesta dentro de los países Centroamericanos que incluya soluciones a largo plazo para enfrentar las causas de raíz en cuanto a la migración.
ACCION:
  • Envía una carta a los miembros de tu Congreso y al Presidente Obama urgiéndoles asegurarse que la respuesta del Gobierno de los Estados Unidos a los migrantes Centroamericanos que cruzan la frontera sea compasiva y humana, y que cualquier fondo direccionado a los gobiernos de Centroamérica esté enfocado en encontrar soluciones que ataquen las causas de raíz que provocan la migración.