Wednesday, September 23, 2015

Nueva Jerusalén




Parte de un sermón ofrecido por Krista Loewen y David Epp en la Iglesia Wildwood Mennonite en Canadá. Inspirado en su experiencia durante uno de los tours de aprendizaje en Guatemala y El Salvador, donde acompañaron a estudiantes del colegio RJC (Rosthern Junior Collegiate). Krista y David han visitado Guatemala muchas veces en el pasado. David Epp fue participante del programa SALT y sirvió en la comunidad de Santiago Atitlán durante 2013-2014.
 
Foto tomada por: Anna Yoder

Cuando viajé a Guatemala, una de las primeras cosas que uno nota es el hermoso tejido tradicional. Cada comunidad teje su historia en su ropa. Por ejemplo, un huipil de Santiago Atitlán cuenta con rayas blancas que representan las bendiciones de Dios y el rojo que representa la sangre derramada durante la conquista y, más recientemente, la guerra civil. Las aves muestran su relación permanente con la tierra como cuidadoras y administradoras. Cada vez que en el pueblo de Santiago Atitlán se teje una nueva pieza de tela, su historia cobra vida y una historia común se relata dentro de cada hilo.


En otras palabras, al ponerse sus trajes, las personas de Santiago Atitlán están prometiendo su lealtad a la continuación de su cultura.
Los telares que se utilizan para tejer estas piezas son complejas y es esencial que cada hilo pequeño esté en el lugar correcto, de lo contrario la visión final se arruinaría.
Este minucioso detalle puede parecer desesperante a veces, ya que es difícil imaginar cómo se vería  la pieza final. Pero, el tejedor tiene esperanza y fe en el modelo y la belleza emerge. La belleza en Guatemala se desborda como consecuencia de estos bordados.

Así como el pueblo de Santiago Atitlán recuerdan su pasado y su futuro con el uso de sus trajes tradicionales, también nosotros nos acordamos de nuestro lugar en la construcción histórica y permanente del reino de Dios.

En abril, tras pasar por la frontera de Guatemala con el grupo de  RJC (El Colegio de Rosthern Junior), nuestra guía de CCM nos animó a jugar un juego cultural para poner atención. Nuestra tarea consistía en contar todas las veces en que nos tropezábamos con un mural o una  imagen artística del ex arzobispo Oscar Romero. No pasó mucho tiempo para que el juego se terminara, pero no porque hubiera sido difícil de encontrar la cara de Romero. De hecho, ¡Él está en todas partes! A Romero se le puede encontrar en cada esquina, en todos los anuncios de tiendas pequeñas, y a los costados de aparentemente cada iglesia.

Oscar Romero fue un hombre que nació en condiciones humildes en el este de El Salvador. El entró al Seminario a una edad temprana y demostró un dominio académico y una afinidad por el trabajo pastoral. Cuando fue nombrado arzobispo de El Salvador en 1977 rápidamente se convirtió en un defensor de los pobres y desposeídos.


En ese momento, al igual que ahora, El Salvador se caracterizaba por tener una compleja historia de desigualdad y  violencia. Durante décadas, la población rural pobre había sido marginada cada vez más dentro de una economía en la que el 1% controlaba el 42% de la tierra cultivable, mientras que la parte de más abajo que representaba el 60% controlaba el 0%.
Estas condiciones llevaron a protestas y, finalmente, a una guerra civil extremadamente violenta donde los escuadrones de la muerte ejecutaban a la gente del campo a su voluntad.
Romero representó en ese contexto una de las voces más fuertes en pedir el fin de la violencia y en 1980 fue asesinado, sólo un día después de pronunciar un sermón en el que pidió a los soldados del gobierno, como cristianos, a dejar de llevar a cabo la represión del gobierno y las violaciones de los derechos humanos básicos.


Aunque la guerra civil terminó en los 90’s, todavía existe la desigualdad en los ingresos.
Al pintar la cara de Romero a los lados de los edificios, la gente está afirmando su fe en la visión de Dios por la justicia y la paz.

En El Salvador, uno de los momentos más impactantes fue nuestro servicio de adoración junto con los miembros de la Iglesia Bautista Discípulos de Cristo. Los feligreses viven en La Línea, una zona con altos índices de violencia y controlada por las pandillas. Los congregantes
actualmente no son dueños de la tierra donde viven y podrían ser desplazados en cualquier momento.

Como iglesia compraron una tierra para ellos y están en el proceso de restauración para obtener las condiciones habitables. No puedo dejar de ver a Dios trabajando a través de este proyecto con el fin de construir el Reino de Dios en la Tierra,  dejando de usar la idea del Cielo como forma de escapar a nuestras responsabilidades.

Estos ejemplos, así como los huipiles, tejen la historia del pueblo de Dios y nos apuntan hacia nuestro futuro en el Reino.

Unete y sorprendete de la parte que tienes en el bordado
.











Para leer el sermón completo visita:
http://www.wildwoodmennonite.org/currently/a-recent-sermon/187-august-30-considering-the-end-of-the-story-new-jerusalem

Tuesday, September 22, 2015

New Jerusalem

Portion of a Sermon led by Krista Loewen and David Epp in the Wildwood Mennonite Church, in Canada. It was inspired on their experience in one of our Learning tours in Guatemala and El Salvador, where they accompanied students of the Rosthern Junior Collegiate. Krista and David had visited Guatemala many times in the past. David Epp is a former SALTer, and served in the Community of Santiago Atitlán in 2013-2014.

Picture taken by: Anna Yoder



When traveling in Guatemala one of the first things that you notice is the beautiful weaving and traditional fabric. Each community weaves their story into their clothing. For example, A huipil from Santiago Atitlan features white stripes which represent blessings from God and the red represents the blood shed during the conquest and more recently the civil war. The birds show their ongoing relationship with the land as caretakers and stewards. Each time the people of Santiago Atitlan weave a new piece of clothing their history comes to life and a common story is told within the strings of the fabric.

In other words, by donning these special garments citizens of Santiago Atitlan are pledging allegiance to the continuation of their culture.

The backstrap looms used to weave these pieces are complex and it is essential that each tiny thread is in the right place, otherwise the final vision is contaminated.
This painstaking detail can seem futile at times since it is hard to imagine what the final piece will look like. But,the weaver has hope and faith in the pattern ,and beauty emerges. Beauty overflows in Guatemala as a result of this tapestry.

Just as the people of Santiago Atitlan are reminded of their past and future by wearing their traditional clothes, so too are we reminded of our place in the historical and ongoing construction of God’s kingdom.

In April, as we passed through customs from Guatemala, our MCC guide encouraged us to play a culturally--based eye--spy game. Our task was to count how many times we could find a mural or artistic likeness of former Archbishop Oscar Romero. It didn't take long for the game to end, though not because it is difficult to find Romero's face. In fact, He is everywhere! Romero can be found on every Street corner, every small business sign, and on the sides of seemingly every church.

Oscar Romero was born into humble conditions in Eastern El Salvador. He entered
Seminary at a young age and demonstrated a proficiency in academics and an affinity for pastoral work. When he was appointed as Archbishop of El Salvador in
1977 he quickly became an advocate for the poor and dispossessed.

At the time, much like now, El Salvador was characterized by a complex history of inequality and violence. For decades the rural poor had been increasingly marginalized within an economy in which the top 1% controlled 42% of the tillable land, while the bottom 60% controlled 0.

These conditions led to protests and eventually to an extremely violent civil war and death squads roamed the countryside executing at will.
Romero stood within this context as one of the loudest voices calling for an end to the violence and in 1980 was assassinated, just a day after delivering a sermon in which he called on government soldiers, as Christians, to stop carrying out the government's repression and violations of basic human rights.
Although the civil war ended in the1990s, Income inequality still exists.
By painting Romero´s face on the side of  buildings, people are affirming their faith in God’s visión for justice and peace.
In El Salvador, one of the most striking moments was our joint worship service with the Disciples of Christ Baptist church members. The congregants live in La Linea, an area with high rates of violence and controlled by gangs. The congregants currently do not own their land and could be displaced at anytime.
As a church they purchased a land for them and are in the process of restoring it to livable conditions. I can’t help but see God working through this farm that they called ¨New Canaan¨ vocationally in order to build the Kingdom on Earth, rather than creating an elaborate heaven for us to escape to.
These examples do not exist in a vacuum but fit in with the history of God’s people, like the huipiles, and point us towards our future in God’s kingdom.

Join in and be amazed at your part in the tapestry.


To read the complete sermon:
http://www.wildwoodmennonite.org/currently/a-recent-sermon/187-august-30-considering-the-end-of-the-story-new-jerusalem